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/ Ph: Diego José Palacios / |
El silencio temprano
repleto de trinos,
cantos,
cacareos,
llamados y
maullidos
el recuerdo de su nariz
arrugada por la risa
que destellaba en las noches
de los sábados
el incansable amor
que me hundía en los ojos
más vivos del universo
a los que nunca vi dormir
el olor de la ola
que golpea mis piernas;
el placer de usar
un punto y coma
el hocico de un perro acariciado,
la verdad escabullida
en horas solas
y preguntas
el sueño tranquilo
de los que deseo y palpo
con manos de espera
y gratitudes
la ramita de laurel
cortada en el terreno
de mi vecino;
el laurel de mis siete,
arco y flecha de un día
la mitad que se perdiera
del díptico tallado
en cedro de martirio
por el cura asesinado
el ritmo de las gotas
en el techo de chapas,
o del viento
en maíces
de otro poema
la paloma enorme
que alborota
durante estos escalones,
el destino cambiante
del vano sueño
destas letras
la ruta
el atardecer
el cielo
los dibujos del sol
Nada de esto
cabrá en una foto.
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